Quizás reiki sea una de las terapias naturales más antiguas que se conocen en la actualidad, imagino que al igual que la aromateria, la cromoterapia, la aplicación de cristales y gemas en determinados puntos del cuerpo, los aceites esenciales e infinidad de “medicinas no tradicionales” que fueron descubiertas por alguien en su lugar de origen y transmitidas de generación en generación hasta hoy. Al comienzo, supongo también, que únicamente lo aplicaban los chamanes o brujos o personas espirituales en su círculo reducido, hasta llegar a occidente donde todo siempre y por norma, se expande.
Y así es como van llegando las diferentes terapias a nuestras tierras y nuestro tiempo, al mundo occidental. Incluso surgen terapias nuevas, válidas o no, fruto de distintas investigaciones modernas con lo que se ha llamado holoenergía.
Pero, ¿qué diferencia Reiki de todo el resto?
Mi punto de vista y siempre fruto de mi propia experiencia, es que a diferencia de otras terapias tales como las flores de bach, la acupuntura, la aromaterapia, fitoterapia, shiatsu, reflexología, osteopatía, y algunas otras, todas ellas son terapias aplicadas y dependen de un agente externo. En el caso de las flores de bach, estamos supeditados a unas gotas, en la acupuntura a agujas, fitoterapia a raíces y plantas naturales… muy útiles y muy funcionales, pero externos.
Reiki es energía por sí mismo, algo inherente en el ser humano y funciona trabajando a ese nivel: el campo energético humano. La gran diferencia es que una vez iniciados en reiki, éste interactúa con nosotros, a un nivel mucho más profundo, a un nivel de entendimiento con nuestro propio ser, que es lo que persigue todo ser humano: ser entendido y sentir paz.
Un problema deja de ser un problema cuando lo comprendemos; si entendemos cuál es el fallo, ponemos una simple solución y avanzamos. El caminar hacia adelante y conseguir objetivos sintiéndonos fuertes por aceptar que sí existen problemas en el camino, pero que somos capaces de solucionarlos, nos da estabilidad, equilibrio y paz.
Y eso precisamente es lo que hace Reiki por nosotros, nos hace trabajar por nosotros mismos, mostrando qué debemos solucionar y que podemos hacerlo. Nos hace crecer como personas, incrementando nuestro cuerpo energético de tal forma que se complementa perfectamente con nuestro cuerpo físico, derivando todo ello en un aumento de la salud física y psicológica.
Esa es la gran diferencia a mi entender, Reiki nos da la posibilidad por nosotros mismos de aprender, cambiar y ser felices, sin agentes externos. A través de la primera iniciación está en nuestras manos trabajar el cuerpo energético humano, las emociones y el cuerpo físico. Con la práctica y a medida que avanzamos en los distintos niveles, veremos que reiki lo engloba todo y cada uno de los aspectos de nuestro día a día, hasta aplicarlo como una filosofía de vida.
Reiki es un gran regalo que llevamos siempre con nosotros desde la iniciación y puede ser aplicado en cualquier lugar y situación: en estados nerviosos, si queremos concentrarnos, al meditar, para calmar un dolor (tanto nuestro como de otros), para sanar emociones o enfermedades… y lo más grande de ello es que tan solo necesitamos nuestras propias manos y un poco de valentía para mirar en nuestro interior.
Soy consciente que cualquier otra terapia es mucho más fácil que esta y pueden obtenerse buenos resultados también, pero si lo pensamos bien al aplicar o bien unas gotas, aceites, radiaciones…sí solucionamos el problema más inmediato, pero quizás no la raíz que provoca ese problema.
Reiki nos muestra el origen directo de la enfermedad, problema o distorsión y la forma de asumirla y solucionarlo. Pero a cambio hay que tener claro que Reiki actúa con una sola política, la del esfuerzo, y que su lema no es otro que trabajo, trabajo y más trabajo; a cambio, los resultados son espectaculares, reales y duraderos.